PROTOCOLO #1 Apología de Sócrates

miércoles, 17 de agosto de 2011


Sócrates, se enfrenta a las acusaciones de los atenienses en un juicio, en el que solo tiene su testimonio como defensa para demostrar con palabras que es inocente.


Comienza disculpándose por todas las cosas que va a decir pues no desea que se le acuse también de arrogante o pretencioso y asegura que lo que va a hablar es simplemente la verdad.

Se le acusa de persuadir a los jóvenes con sus teorías de investigación de las cosas de los cielos y debajo de la tierra, de conseguir argumentos fuertes en aquellos que son más débiles, de no creer en los dioses y fomentar esto entre los jóvenes y además se le desprecia por ir ante los políticos, artesanos y poetas, emitiendo juicio sobre su sabiduría.

Sócrates, explica esta situación, contando sus vivencias y todo lo que él ha hecho, desde que un amigo suyo (Querefonte) consulta el oráculo de Delfos, y pregunta si hay alguien entre los hombres más sabio que Sócrates, a lo cual el oráculo responde que no existe hombre más sabio que él. Al saber esto, Sócrates queda impresionado pues se enfrenta con la contradicción de que él no es ningún sabio y nunca lo ha considerado, pero el oráculo no puede mentir porque viene del dios Zeus y no le es permitido.

Sócrates, decide ir en búsqueda de uno de los políticos de Atenas, a ver si logra demostrar que éste es más sabio que él, para así poder debatir con el oráculo, pero luego de estudiar a este político y dialogar con él, se da cuenta que este no es tan sabio como cree serlo y trata de demostrárselo, lo que crea enemistades con él y con sus seguidores. Lo mismo sucede con los artesanos y poetas atenienses, a los que Sócrates, con el mismo procedimiento, se da cuenta de que estos afirman cosas que creen saber, pero que en realidad no tienen certeza de las mismas y de las que creen hacer por arte e inspiración, guardan mucha sabiduría dentro de sí pero ellos tampoco tienen la certeza de eso.

Con estos resultados, Sócrates reflexiona acerca de la sabiduría, pues estas personas ciertamente saben algunas cosas que él no sabe, pero en la mayoría de los casos suelen afirmar que conocen aquellas de las que no están seguros, lo que los hace ignorantes en su misma sabiduría. Por esto, él afirma que es más sabio que ellos, en el sentido de que reconoce cuando no sabe de alguna cosa y cuando la sabe también lo reconoce, es decir, que su sabiduría está en reconocer que no merece nada con respecto a la sabiduría. El tiempo siguiente, continúa indagando en este estudio. Algunos jóvenes al oír sus análisis y reflexiones, le siguen y juegan a analizar a las personas de Atenas y a ellos mismos, y algunas veces consiguen demostrar que no tienen conocimiento de lo que creen saber. Esta actitud es descrita por los atenienses como corrupción de los jóvenes, por parte de Sócrates.

Ante el juicio, Sócrates le demuestra por medio de preguntas a Meleto (El principal acusante) y a los jueces, que él es inocente de todos los cargos que se le acusan, que es imposible que él hable de divinidades que por medio del oráculo le mandaron a estudiar la sabiduría y que no crea en los dioses, que los jóvenes pueden ser mejores si aprenden de los jueces, los asambleístas y de todos los atenienses y que de él no puedan aprender, que la ley en su justicia debería ser que él fuera llevado de forma privada a enseñanza y reprensión en vez de llevarlo a un juicio de condenación y castigo; que los hombres en vez de perseguir la virtud a través del conocimiento estaban más pendientes del dinero y el prestigio y de los intereses individuales. También pregunta si hay alguna acusación por parte de los jóvenes hacia él, pero ninguno levantó.
Luego de esto los jueces se reúnen y discuten el caso y exponen ante todos los atenienses su veredicto final. Sócrates es acusado culpable, lo cual no lo sorprende, pues entiende que así funcionan los intereses del hombre. Al preguntarle a Meleto que cual es su opinión acerca del castigo, este propone la pena de muerte, puesto a que antes le había propuesto que podía quedar libre si dejaba de filosofar y se dedicaba el resto de su vida a cualquier otra ocupación, a lo que Sócrates se negó completamente porque en todo momento alegó que su misión era estudiarse a sí mismo y a los demás.

Sin más que hablar sobre la condena, Sócrates habla por última vez a los atenienses, diciéndoles que la muerte para él no significa ningún mal puesto a que ha hacho lo bueno, que no hay daño que puedan hacerle mayor al que se están haciendo a sí mismos y que van a seguir sin entender que el conocimiento es reconocer cuando se carece de él.


“Cuando mis hijos sean mayores, atenienses, castigadlos
causándoles las mismas molestias que yo a vosotros, si os parece
 que se preocupan del dinero o de otra cosa cualquiera antes que
de la virtud, y si creen que son algo sin serlo, reprochadles, como
yo a vosotros, que no se preocupan de lo que es necesario y que
creen ser algo sin ser dignos de nada. Si hacéis esto, mis hijos y yo
habremos recibido un justo pago de vosotros. Pero es ya hora de
marcharnos, yo a morir y vosotros a vivir”.


Luego de esto, Sócrates con la serenidad que mantuvo durante toda su vida, bebe de la “cicuta” (potente veneno que utilizaban para la pena de muerte), lo que le ocasiona la muerte inmediata.
                                                                      

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